Como la
marabunta,
implacables me
asaltan,
los millones de
hormigas
que cruzan por mi
cuerpo
cuando posas tus
manos
en mi talle, o
siento
tu dulce lengua
recorrerme los
labios
mojados y
entreabiertos.
Hormiguean mis
venas,
me quedo sin
aliento,
y en el tropel
que ataca
mi piel bajo tus
dedos
todo mi cuerpo,
todo,
semeja un
hormiguero.
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