Quizás yo siempre miré hacia el lado equivocado, nunca al norte de tus ojos ni al sur carmín de tus labios. Quizás esa pertinaz insistencia de mirar hacía el este o el oeste de la nada, buscando lo que vos tenías para darme y yo no me daba cuenta, o tontamente creía seguro para siempre me llevó a perderte.
Pero los caminos los transitamos varias veces en nuestra existencia, miles de veces pasamos por el mismo río, subimos la misma cumbre y nos tropezamos con la misma piedra cayendo en el mismo agujero, por terquedad, estupidez, por no mirar hacía otros puntos cardinales que no sean aquellos por los que nos perdemos por obstinación.
Lo cierto es que hoy me di cuenta que siempre miré hacía otro lado, que nunca me detuve en esas bohémicas ojeras que adornan tus ojos verdes, ni me tropecé con esas orillas arreboladas que ocultan a medias tus bigotes, que a pesar de escucharte tantas veces nunca me detuve a sentir la melodía que encierran las palabras cuando hablas.
Hoy sentada frente a vos en el café, detuve mi mirada en tu rostro, aparque mis pupilas en tu cabello entrecano, vi sus ondas rebeldes que a pesar del tiempo y del fijador persisten en caer sobre tu frente. Me quedé prendada del color verde miel de tus ojos, y de pronto cayeron mis ojos hasta tus manos que jugaban con la colilla de un cigarrillo que no quería apagarse y se quedaron perdidos en la longitud de tus dedos, en tus uñas perfectamente cortadas, en las palpitantes líneas azules que marcaban tus manos.
De pronto caí en la cuenta que en casi dos horas de hablar, de contarnos las experiencias del último viaje, de recordar nuevamente con melancólica nostalgia la esquina donde solías estar esperando que pasara con mis quince años audaces y mis minifaldas, de volver a comentar aquel viejo libro de Kafka que tanto nos impresiono, no me habías mencionado nada sobre ese amor que sentías por mí y que te condenó a la soledad por tantos años.
Ahora, aquí, en mi casa fría y solitaria, sentada frente a la ventana que da al jardín, viendo las macetas llenas de violetas, recordando el primer ramo que me regalaste a la salida del nacional con apenas catorce años, vos un flacucho, esmirriado muchachón de diecisiete años, audaz, eso sí, esquivando la llegada de mi padre, me di cuenta que en estos cuarenta años siempre miré hacía el lado equivocado.
Busqué en otros ojos lo que vos me dabas y yo no veía, en otra boca la dulzura que tus palabras me daban y no sentía, en otras manos la fuerza que las tuyas me dieran tantas veces cuando aparecía llagada, apedreada por otra equivocación. Busqué en otros cuerpos el calor que solo el tuyo en un simple abrazo me daba con mayor intensidad.
Ahora cuando tus labios solo pronunciaron palabras a la amiga, cuando tus ojos me miraron con la ternura que se mira a una hermana, recién ahora me doy cuenta que siempre miré hacia el lado contrario sin detenerme a mirarte, sin demorarme un segundo en tu mirada y ver el alma que ponías en ella solo para entregármela.
Ahora, con las manos cruzadas en mi regazo, vacías y mustias caí en la cuenta que equivoqué el camino, que ahora ya es tarde para volver a desandarlo, que si antes se cruzaron el tuyo y el mío hoy son paralelos, lo leí en tus pupilas, lo sentí en tu beso en la frente, en tus manos tomando las mías con ternura, lo sentí cuando omitiste el abrazo con el que antes prolongabas la partida.
Quizás siempre miré la constelación equivocada, nunca me detuve en el norte de tus ojos ni me dirigí al sur carmín de tu boca, me perdí en el este o el oeste de la nada.
Pero los caminos los transitamos varias veces en nuestra existencia, miles de veces pasamos por el mismo río, subimos la misma cumbre y nos tropezamos con la misma piedra cayendo en el mismo agujero, por terquedad, estupidez, por no mirar hacía otros puntos cardinales que no sean aquellos por los que nos perdemos por obstinación.
Lo cierto es que hoy me di cuenta que siempre miré hacía otro lado, que nunca me detuve en esas bohémicas ojeras que adornan tus ojos verdes, ni me tropecé con esas orillas arreboladas que ocultan a medias tus bigotes, que a pesar de escucharte tantas veces nunca me detuve a sentir la melodía que encierran las palabras cuando hablas.
Hoy sentada frente a vos en el café, detuve mi mirada en tu rostro, aparque mis pupilas en tu cabello entrecano, vi sus ondas rebeldes que a pesar del tiempo y del fijador persisten en caer sobre tu frente. Me quedé prendada del color verde miel de tus ojos, y de pronto cayeron mis ojos hasta tus manos que jugaban con la colilla de un cigarrillo que no quería apagarse y se quedaron perdidos en la longitud de tus dedos, en tus uñas perfectamente cortadas, en las palpitantes líneas azules que marcaban tus manos.
De pronto caí en la cuenta que en casi dos horas de hablar, de contarnos las experiencias del último viaje, de recordar nuevamente con melancólica nostalgia la esquina donde solías estar esperando que pasara con mis quince años audaces y mis minifaldas, de volver a comentar aquel viejo libro de Kafka que tanto nos impresiono, no me habías mencionado nada sobre ese amor que sentías por mí y que te condenó a la soledad por tantos años.
Ahora, aquí, en mi casa fría y solitaria, sentada frente a la ventana que da al jardín, viendo las macetas llenas de violetas, recordando el primer ramo que me regalaste a la salida del nacional con apenas catorce años, vos un flacucho, esmirriado muchachón de diecisiete años, audaz, eso sí, esquivando la llegada de mi padre, me di cuenta que en estos cuarenta años siempre miré hacía el lado equivocado.
Busqué en otros ojos lo que vos me dabas y yo no veía, en otra boca la dulzura que tus palabras me daban y no sentía, en otras manos la fuerza que las tuyas me dieran tantas veces cuando aparecía llagada, apedreada por otra equivocación. Busqué en otros cuerpos el calor que solo el tuyo en un simple abrazo me daba con mayor intensidad.
Ahora cuando tus labios solo pronunciaron palabras a la amiga, cuando tus ojos me miraron con la ternura que se mira a una hermana, recién ahora me doy cuenta que siempre miré hacia el lado contrario sin detenerme a mirarte, sin demorarme un segundo en tu mirada y ver el alma que ponías en ella solo para entregármela.
Ahora, con las manos cruzadas en mi regazo, vacías y mustias caí en la cuenta que equivoqué el camino, que ahora ya es tarde para volver a desandarlo, que si antes se cruzaron el tuyo y el mío hoy son paralelos, lo leí en tus pupilas, lo sentí en tu beso en la frente, en tus manos tomando las mías con ternura, lo sentí cuando omitiste el abrazo con el que antes prolongabas la partida.
Quizás siempre miré la constelación equivocada, nunca me detuve en el norte de tus ojos ni me dirigí al sur carmín de tu boca, me perdí en el este o el oeste de la nada.
ANGELA TERESA GRIGERA
13 comentarios:
Profundos sentires, la vida suele traer muchos momentos que luego a la distancia recordamos.
Gracias por visitarme , me alegro de tu regreso.
ohhh me llevaste a la adolescencia!!!, cúantas ilusiones, los amores, ingenuidad...bienvenida!!!...besos y abrazos!!!
Capto tu tristeza, tienes que sobreponerte, es algo que sólo puedes hacer tu , amiga.
Un abrazo.
Maravilloso relato, que lindo escribis.
Te dejo un beso amiga, la seguimos...
Dios mío Angela... no tengo palabras para describirte la lágrima que se asoma entre mis ojos... no tengo palabras, sencillamente no las tengo... y mejor te comento... a vcs simplemente es demasiado tarde... La parte donde comentas que omitió el abrazo... me llegó al alma. Me recordó algo... o alguien... ay tus palabras... me tendrán pensando toda la noche.
Gracias por tan bello relato!!!
Gracias gracias, por llenar mi alma!
Espero que tengas una bella semana.
Saludos saturnianos!
se lee bien por estos rumbosun saludo
Hermoso y muy profundo lo que escribes, plasmas como muy pocos lo que uno siente realmente con el amor ... Saludos!
Me puse a ver tu perfil y me encontre con esto..
# Horóscopo: Capricornio
# Año zodiacal: Serpiente
Yo tambien soy capricorniana del tercer decanato con cuspide en acuario, para ser mas precisa naci un 18 de enero en 1990, y soy Serpiente de Tierra, que bueno encontrar una capricorniana serpiente de otros años!
Saludos y gracias por lo que me escribiste en mi blog, me encanto, sabes endulzar a la gente realmente con tus palabras! ♥
que lindo!!!
muy profundos sentimientos plasmados en ese mensaje...
la verdad es que el amor siempre esta frente a uno, pero muchas veces nos cegamos y no nos damos cuenta de el, es triste pensar en aquel amor que siempre entubo alli, pero cuando al fin te das cuenta, es demaciado tarde, ya se a ido y solo queda la senzacion de lo que podriamos haber hecho...
muchas veces nos hacemos la interezante y no reconocemos el amor que se destila por nosotros, pero este sentimiento tambien se canza y toma otro rumbo a donde lo reciban habiertamente...
ojala no cometamos el mismo error dos veces... y estemos mas atenta cuando el retorne....
felicidaes.. yy
muhos SALUDOSSS!!!
Los recuerdos son preciosos, dolorosos, tan íntimos y personales, a veces duelen, pero es un dlor dulce, si acaso puede haber un dolor dulce.
Se te extraña.
Creo que entre problemas y ausencias me olvidé de enviarte un abrazo para tu cumpleaños. Aquí te lo dejo, depositado con intereses.
Tu amiga del alma
Veronica Curutchet
Pasaba para saludarte, y contarte que al final me decidí a hacer la colección de los cuentos de Ferrandiz. Ya te contaré. Por ahora tengo sólo 2.
Besos
Ciertamente Teresa la gran mayoría de veces miramos con tanta obstinación, el punto que no debemos, que al paso de los años nos situamos perfectamente.
Y en la mayoría de ocasiones no hay marcha atrás.
Los recuerdos desembocaron en los primeros amores.
Besos para tí.
Gran relato! tiene una profundidad mística, exquisita! felicidades!
Saludos
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