EN MEMORIA DE TU AMOR

EN MEMORIA DE TU AMOR
SIEMPRE EN MI CORAZÓN

NO SE COMO CAISTE ACA



sábado, diciembre 26, 2009

PUEDES VENIR POR MI


Puedes venir por mí
buscarme en la oscuridad
encontrarme quizás en el mismo infierno
conquistar mi boca
poner alas a mis pies
enredarte en mi cuerpo
caer preso en las redes de mi pelo


Puedes explorar mis puntos cardinales,
perderte en mis regiones más prohibidas,
despeñar tus labios en el declive de mi cuello
extraviarte en mis sinuosidades

Encerrar entre mis dientes tu lengua
saciar tu sed de peregrino
murmurar en mis oídos
soltar el pájaro cautivo de mi risa


Puedes sondear mis pensamientos
abordarme por sorpresa
perderte en mis cavernas
navegar mis profundidades
y naufragar en el océano de mi voluptuosidad

Encender estrellas en mis ojos
hacer que mis venas estallen por la presión
de su sangre hirviendo a borbotones


Solo te pido que sobrevivas
a la pasión sin freno…con lujuria
que recobres la cordura
para luego devolverme la libertad.


Angela Teresa Grigera
Enero_2009
Imagen tomada de Google.

lunes, marzo 02, 2009

MI ESQUELETO


Mi esqueleto.
Se fue metiendo poco a poco hasta los huesos
de pie a cabeza me recorrió toda
fue moldeando mi alma…mi corazón…
fue mi esqueleto.

Convirtió en estrellas mi mirada
y en leves suspiros las horas de esperanza.
Me hizo frágil…pequeña…vulnerable…
completa…angelical…absoluta…
y feroz como un león cuidando su cría o su presa.

Recobré el asombro, la ilusión, los sueños.
Se hizo raíz en mis entrañas
y floreció en retoño en mis brazos.

Fue su amor mi sostén nunca calvario,
mi sueño tranquilo en su pecho de pájaro,
y el despertar pacífico en su mirada
transparente de mar calmo.

Se fue enredando hasta los huesos
de pie a cabeza me dominó toda
me moldeó a su forma
fui su carne y él fue mi esqueleto.


Angela Teresa Grigera
Imagen tomada de la red

sábado, enero 17, 2009

AL ESTE O AL OESTE DE LA NADA.





Quizás yo siempre miré hacia el lado equivocado, nunca al norte de tus ojos ni al sur carmín de tus labios. Quizás esa pertinaz insistencia de mirar hacía el este o el oeste de la nada, buscando lo que vos tenías para darme y yo no me daba cuenta, o tontamente creía seguro para siempre me llevó a perderte.

Pero los caminos los transitamos varias veces en nuestra existencia, miles de veces pasamos por el mismo río, subimos la misma cumbre y nos tropezamos con la misma piedra cayendo en el mismo agujero, por terquedad, estupidez, por no mirar hacía otros puntos cardinales que no sean aquellos por los que nos perdemos por obstinación.

Lo cierto es que hoy me di cuenta que siempre miré hacía otro lado, que nunca me detuve en esas bohémicas ojeras que adornan tus ojos verdes, ni me tropecé con esas orillas arreboladas que ocultan a medias tus bigotes, que a pesar de escucharte tantas veces nunca me detuve a sentir la melodía que encierran las palabras cuando hablas.

Hoy sentada frente a vos en el café, detuve mi mirada en tu rostro, aparque mis pupilas en tu cabello entrecano, vi sus ondas rebeldes que a pesar del tiempo y del fijador persisten en caer sobre tu frente. Me quedé prendada del color verde miel de tus ojos, y de pronto cayeron mis ojos hasta tus manos que jugaban con la colilla de un cigarrillo que no quería apagarse y se quedaron perdidos en la longitud de tus dedos, en tus uñas perfectamente cortadas, en las palpitantes líneas azules que marcaban tus manos.

De pronto caí en la cuenta que en casi dos horas de hablar, de contarnos las experiencias del último viaje, de recordar nuevamente con melancólica nostalgia la esquina donde solías estar esperando que pasara con mis quince años audaces y mis minifaldas, de volver a comentar aquel viejo libro de Kafka que tanto nos impresiono, no me habías mencionado nada sobre ese amor que sentías por mí y que te condenó a la soledad por tantos años.

Ahora, aquí, en mi casa fría y solitaria, sentada frente a la ventana que da al jardín, viendo las macetas llenas de violetas, recordando el primer ramo que me regalaste a la salida del nacional con apenas catorce años, vos un flacucho, esmirriado muchachón de diecisiete años, audaz, eso sí, esquivando la llegada de mi padre, me di cuenta que en estos cuarenta años siempre miré hacía el lado equivocado.

Busqué en otros ojos lo que vos me dabas y yo no veía, en otra boca la dulzura que tus palabras me daban y no sentía, en otras manos la fuerza que las tuyas me dieran tantas veces cuando aparecía llagada, apedreada por otra equivocación. Busqué en otros cuerpos el calor que solo el tuyo en un simple abrazo me daba con mayor intensidad.

Ahora cuando tus labios solo pronunciaron palabras a la amiga, cuando tus ojos me miraron con la ternura que se mira a una hermana, recién ahora me doy cuenta que siempre miré hacia el lado contrario sin detenerme a mirarte, sin demorarme un segundo en tu mirada y ver el alma que ponías en ella solo para entregármela.

Ahora, con las manos cruzadas en mi regazo, vacías y mustias caí en la cuenta que equivoqué el camino, que ahora ya es tarde para volver a desandarlo, que si antes se cruzaron el tuyo y el mío hoy son paralelos, lo leí en tus pupilas, lo sentí en tu beso en la frente, en tus manos tomando las mías con ternura, lo sentí cuando omitiste el abrazo con el que antes prolongabas la partida.

Quizás siempre miré la constelación equivocada, nunca me detuve en el norte de tus ojos ni me dirigí al sur carmín de tu boca, me perdí en el este o el oeste de la nada.
ANGELA TERESA GRIGERA