
Desde el oscuro fondo de la certeza
Sabía…
Sabía tal vez por las palabras
de aquel nuevo idioma que comenzaste
a hablar y no entendía.
Quizás desde el áspero y torpe
deslizarse de tu mano por mi espalda.
A lo mejor por esa mirada lejana
o los largos silencios espesos
que se cerraban como pulseras.
Sabía…
sabía sin saber que lo sabía.
Mi piel se rasgó como un lienzo
demasiado expuesto al sol,
tu mano ya no desfloraban caricias
era un roce despiadado, mecánico,
bajo una mirada distraída
sin temblores ni deseo.
Comprendí que ya no estabas aquí,
que solo eras una sombra
bamboleándose sobre mi cuerpo,
en silencio abrí la ventana
corrí la cortina para perderte
en la oscuridad gélida de la noche.